El mundo de la moda ha cambiado. Ahora, somos nosotros que debemos cambiar nuestra forma de consumir, para convertirlo en sostenible.
Desde hace 30 años que trabajo en moda, he podido ver una evolución increíble del mercado, de las marcas y de la distribución de sus productos.
Las marcas tenían clientes fieles que les compraban toda la vida. La mayoría de las veces eran los hijos de quienes habían sido ya clientes de estas marcas.
La calidad era un valor importantísimo, mucho más que la novedad. Las prendas se hacían a medida y se llevaban a arreglar, luego a reparar y hasta se dejaban en herencia a las siguientes generaciones.
Una de mis hijas fue recientemente a una puesta de largo con un vestido de su bisabuela, sin que se haya tenido que arreglar ni ajustar. Sólo le puso sus complementos para darle su personalidad. Es un ejemplo que dice mucho de cómo se hacían las prendas, no sólo a nivel de calidad, con materiales nobles y para que durasen, sino también de diseño que por ser estilosos acaban siendo intemporalmente elegantes.
Para la moda masculina es aún más claro este ejemplo. Podemos ver “looks” de Cary Grant, Paul Newman o de Peter O’Toole rabiosamente actuales.
Cuando era joven, en París y que no existía la “Fast Fashion”, íbamos al mercado de las pulgas para comprar productos de segunda mano, productos en los que no podíamos ni soñar nuevos. La calidad era excelente. Podíamos hacernos con prendas hechas con materias nobles a precios alcanzables.
La democratización de la moda lo ha cambiado todo. De repente han aparecido marcas más económicas, que ofrecían un producto de temporada, con color de temporada, corte de temporada y precio de temporada. Un producto pensado para durar una temporada. El precio tuvo que ser más ajustado, y las materias, de menor calidad. El objetivo había cambiado y el mismo presupuesto pasó a dividirse entre más prendas.
Este cambio se ha ido realizando paulatinamente durante los 40 o 50 últimos años hasta que ha llegado a convertirse en un serio problema.
¿Qué problema?
Que la industria de la moda es la segunda más contaminante de todas las industrias.
En estos momentos, somos muchos los que consideramos que la protección del medio ambiente está dentro de los 3 mayores retos que tenemos para los próximos 50 años, junto con la explosión demográfica y la revolución digital y sus implicaciones.
Es el momento de reflexionar y de poner todo encima de la mesa.
¿Estamos felices con nuestra actual forma de consumir moda?
Nos hemos acostumbrado a estrenar cada temporada un gran número de prendas nuevas por dos motivos.
En primer lugar porque muchas prendas de las que usamos la temporada pasada parecen viejas, las formas y los colores pasados o simplemente perdidos. La mayoría ha perdido su brillo. No las tiramos, pero dejamos de llevarlas. Compramos otras, que nos producen la satisfacción de estrenar prendas, pero la frustración de haber dejado otras prendas por inutilizables. Usamos el 20/25% de nuestro armario, dejando el otro 75% para otra ocasión que nunca llegará.
En segundo lugar, porque los precios a los que nos ofrecen los productos llegan a ser tan bajos, que nos crea la ansiedad de pensar que, de no comprarlos, estaríamos perdiendo una oportunidad única de comprarlas a este precio. Deberíamos saber ya que hay oportunidades todo el año, la pretemporada, la temporada intermedia, el Black Friday, el cyber Monday, las rebajas de temporada (4), los outlets, los clubes de venta privada (outlets online)… Dicho sea de paso, todos estos nuevos chollos, han eliminado poco a poco la fidelidad que teníamos hacia las marcas… Elegimos un elenco de marcas, de entre las cuales aprovechamos las ofertas.
¿Qué podemos cambiar para salir de este círculo vicioso en el que nos hemos metido?
Para empezar tenemos que limpiar nuestro armario de las prendas que no usamos. Si somos más modernos, las venderemos de segunda mano en una plataforma online, tipo Vinted o Vestiaire Collective. Si somos medio modernos lo regalaremos a la gente de nuestro alrededor que pueda apreciar las prendas nuestras, sobre todo si son buenas. Si somos más comodones, los tiraremos en alguno de estos contenedores que van a obras de beneficencia.
Aprovecharemos para examinar todo lo que tiramos y sacar conclusiones sobre la calidad de los productos de los que nos deshacemos.
De allí deberíamos sacar conclusiones para adoptar un nuevo patrón de compra.
Si no tenemos un fondo de armario bien surtido, tendremos que hacernos una lista de las prendas que nos faltan. Para ceremonia los trajes oscuros, las camisas lisas, blancas de preferencia, sin cuello de botones y sin bolsillos en el pecho. Para trabajar, dependiendo de lo que necesitamos podemos ir de lo más formal a lo más casual.
Colores básicos para el fondo de armario, azul marino, gris marengo, verde oscuro, camel… Algún color de fantasía con color más electrizante y que se pueda combinar con las prendas de fondo de armario.
Elegiremos las materias naturales, algodones, orgánicos a poder ser y lanas. Buscaremos calidad a un precio razonable para poder llevar las prendas durante mucho tiempo.
Nosotros ya hemos hecho esta reflexión, y por este motivo hemos creado Napo&Leon.
Hemos querido ofrecer un producto de calidad para que dure, fabricado en su totalidad en fibras naturales compostables en talleres cerca de casa. Pero no nos hemos parado allí, sino que ofrecemos recuperarlo para venderlo de segunda mano y así, alargar su vida.