La obsolescencia programada, que conocemos todos en los electrodomésticos, también existe en textil, se llama “Fast Fashion”
La terminología de obsolescencia programada empieza a emerger en el año 1932 en Inglaterra. Se considera una forma virtuosa de terminar con años de crisis económica. Empezar a desarrollar productos, no para que duren lo máximo, sino lo suficiente para no decepcionar el consumidor es la idea de genio del momento.
Primero nadie se atreve a hablar de ello.
Las compañías que venden lavadoras todavía arreglan sus productos gracias a unos artesanos independientes que son afiliados a las grandes marcas. Los consumidores creen en las reparaciones y están dispuestos a invertir más dinero en una lavadora si la marca les da confianza, garantía de calidad y tiene un servicio técnico con buena reputación.
Todavía me acuerdo de ver el reparador de lavadora en casa de mis padres, como si fuera un médico que llamábamos cuando la máquina estaba enferma.
Hace un poco más de 20 años, empezamos a ver programas de televisión que hablaban de la obsolescencia programada como si fuera un secreto de estado. Aparecían ex directivos de grandes multinacionales del sector, hablando de las políticas internas de sus antiguas compañías, desvelando los misterios de lo que nos parecía un escandaloso comportamiento. Pero todo aquello parecía salir de una película de espías. Era una teoría complotista que los adeptos de la economía liberal no podríamos creernos, o como poco, pensábamos que sólo se trataba de comportamientos aislados.
Han pasado 30 años, y me parece ahora que nadie se plantea llamar a un reparador de lavadoras. De hecho, si lo haces, tendrás la desagradable sorpresa de oírle decirte que el arreglo vale más que comprarte una nueva.
Pero es verdad que la esperanza de vida de una lavadora de hoy es mucho más baja que una de hace treinta años?
La realidad es que no he encontrado ningún estudio que pudiera lo pudiera demostrar, la mayoría de las veces porque la metodología utilizada no es la misma y por lo tanto los resultados poco comparables.
Entonces vamos a buscar artículos que tenemos todos muy presentes. Reflexionemos uno de los productos más icónicos de las últimas décadas, el IPhone.
Podemos considerar el Iphone, por su precio, como un producto de lujo. Sin embargo los consumibles que se le añaden (sobre todo el cable para cargarlo pero también los auriculares) no me parecen estar a la altura de la calidad del terminal.
El cable para cargarlo por ejemplo. Es endeble, y si dura más de seis meses, es en un estado muy triste, colgando los hilos y amenazando de dejar de funcionar en cualquier momento. Será barato cambiarlo si es 25€ (sólo el cable de 1metro, 39€ de 2 metros) y 25€ más para el adaptador a la corriente (pero esto no se rompe). Porque los cables de teléfonos de la competencia duran varios años y el del Iphone no?…
Ahora cojamos el tema de la batería y de las actualizaciones. Mi experiencia con el Iphone 8, el último que me hizo cambiar de marca, era que cada vez que realizaba una actualización, se reducía el tiempo de uso de la batería, hasta el punto absurdo de tener que cargarlo dos veces durante el día.
Luego viene el tema de las nuevas versiones del mismo teléfono. La frecuencia de lanzamiento de las nuevas versiones está participando de forma muy significativa en la contaminación del medio ambiente, por las sustancias químicas, como el mercurio y le cadmio que liberan.
Es razonable pensar que Apple está programando la obsolescencia de todos sus aparatos? Os dejo pensando en ello, sobre todo si sois fieles usuarios de la marca a la manzana…
Ahora llegamos al textil y a la moda. Podemos determinar que todas las marcas de Fast Fashion están determinando la fecha de caducidad de sus productos. Desde luego no lo creo. Otra cosa es pensar que la bajada de precios, conlleva necesariamente una bajada de calidad y que la bajada de calidad lleva a una bajada de durabilidad.
La ecuación es simple.
Si las marcas compran fibras textiles dos veces más cortas, puede ser que los precios de sus productos sean dos veces más bajos. También significa que son mucho menos resistentes y que acaban haciendo bolas al poco tiempo. Pero no se nota en la percha.
La obsolescencia, programada conscientemente o no, es un elemento básico que debemos trabajar para limitar los residuos. Cambiemos nuestra forma de comprar para darle más importancia a la durabilidad y menos al precio en el momento. Ya sé que suena aburrido, pero intentemos que las compras, incluso de los productos de impulso, o que impliquen una fuerte emoción, sean un poco más reflexivas.