Los buenos zapatos, como el vino, mejoran con el tiempo. Tenerlos limpios y bien cuidados es una verdadera muestra de estilo y refinamiento.
Tengo una pasión por los zapatos desde mi adolescencia . Durante mi juventud en París, descubrí marcas y modelos que sigo llevando ahora. En aquel momento llevar unos buenos zapatos era uno de los elementos que permitían afirmar la pertenencia a un círculo exclusivo del que la mayoría de mis amigos queríamos formar parte.
Recuerdo mi primera visita, con un amigo, a la tienda de J.M Weston de la Avenida des Campos Elíseos. Nos atendió un vendedor en la primera planta. El calzador que me permitió introducir mi pie en el zapato, no impidió el daño que sentí por la dureza de la piel nueva. Mis pies estaban acostumbrados a llevar zapatillas de skate.
Cuando me levanté para dar mis primeros pasos, la suela nueva e impoluta resbaló sobre las alfombras de la tienda. ¡Estuve a punto de caerme!
Elegí un modelo que sabía que era un valor seguro y muy adecuado para empezar, el mocasín 580 de Weston de color marrón, más cómodo que los derbis o brogues que descubrí más adelante.
Ya sabía que tenía que comprar también un par de hormas originales y aproveché para añadir betún y crema de la marca. Había roto mi hucha para tener la experiencia completa…
La tienda ofrecía todo tipo de accesorios, y regresaría más adelante para comprar los cepillos de lustrar y otros accesorios para cuidar debidamente estas pequeñas obras de arte en las que había gastado todos mis ahorros.
Con este primer par de zapatos me di cuenta de que unos buenos zapatos no son un símbolo de estatus: Unos zapatos fabricados con cuidado y con materiales nobles, forman parte de un estilo de vida en el que las cosas no son un simple objeto, sino que son compañeras de tramos de nuestra vida y a veces de toda la vida entera.
El secreto de la longevidad de un par de zapatos, parte de la calidad de los materiales y de la buena confección que permita su reparación y mantenimiento. De hecho, duran una vida si sabes ocuparte de ellos.
Siempre me ha encantado el olor de la piel y del betún, tocar el cuero limpio de un zapato recién limpiado. Mirar las pequeñas grietas en la superficie, el brillo de la punta, las variaciones de colores producidas por el paso de los años y las distintas tonalidades de cremas que se le han aplicado.
Más adelante tuve la suerte de poder visitar fábricas de calzado y observar a verdaderos artesanos dar vida a estas obras de arte. Su manejo de las materias y las herramientas que usaban están grabados en mi memoria. También los olores del cuero y del pegamento, de la grasa de las máquinas siguen presentes cuando miro un escaparate.
No recuerdo los precios de entonces (eran en Francos), pero el precio de unos buenos zapatos clásicos de cuero que pueden durar 20 años, no baja de 300€. Se pueden encontrar algunas marcas italianas o británicas con estilo y calidad que estén rondando estos precios. Por debajo de esto, salvo que sea en rebajas, no me atrevería a esperar longevidad.
El precio se sitúa hoy en día cerca de los 450€ o 500€.
Para las marcas más exclusivas este precio puede subir hasta 750 o 800€ (John Lobb, Edward Green, Berlutti, etc), por no hablar de los zapatos hechos a medida.
Para daros una idea, los modelos clásicos de J.M Weston y Church`s están entre 450 a 650€ y los Crockett & Jones sobre los 450/500€
Como decía, estamos hablando de zapatos que pueden durar una vida. El príncipe Carlos de Inglaterra lleva zapatos fabricados en los años 70. Para esto, se tienen que utilizar y cuidar adecuadamente.
El primer consejo es no llevar dos días seguidos el mismo par de zapatos. Hay que dejar que la piel se seque y recupere. Para ello, es imprescindible usar hormas de madera en bruto, para que pueda ayudar a absorber el sudor del día de uso y mantenga la forma del zapato.
Después del uso, es necesario limpiar el zapato, para quitarle todas las impurezas desde el polvo hasta el barro que se puede haber depositado. Yo opto por utilizar una crema hidratante económica, comprada en supermercado y normalmente usada para el cuerpo. Empiezo por quitar la suciedad y continúo aplicando leche limpiadora. La idea es quitar hasta el betún que lleva el zapato y así dejar la piel en estado bruto para poder aplicar leche hidratante y de este modo evitar que se degrade con el tiempo. Deberás usar un trapo de algodón.
Para comprobar que has eliminado todo el betún de las pasadas anteriores, puedes pasar un trapo limpio con crema incolora. Si no coge el color del zapato, significa que la piel ya está limpia.
La piel se debe hidratar para que siga siendo flexible y resista al paso del tiempo. Puedes usar una crema hidratante de color de las que venden en las tiendas de las propias marcas y que este sea ligeramente más oscuro que el de la piel del zapato.
Se aplica por pequeñas dosis por toda la superficie, sin olvidar la suela, el borde y el tacón.
Si quieres un poco más de brillo, una vez aplicada la crema por todo el zapato, puedes volver a pasar el trapo de algodón con un poco de agua. Insiste en los pliegues del uso, y asegúrate de no poner demasiada crema.
“Me di cuenta que unos buenos zapatos no son un símbolo de estatus”
Hay que esperar 15 minutos a que se haya secado la crema, pasar un cepillo para eliminar cualquier resto de crema y hacer brillar los zapatos. El betún no penetra el cuero, sólo sirve para darle un aspecto brillante y de color (puedes variar los colores).
Cuidado con no usar demasiado betún que puede llegar a “quemar” la piel.
Recuerda que la crema hidratante, es la que va a nutrir y proteger tus zapatos.
Se deberían limpiar los zapatos un par de veces al mes dependiendo de la frecuencia de uso.
Usar siempre las hormas de madera en bruto.
Las hormas de madera suelen ser caras y es cada vez más difícil encontrarlas. Puedes mirar en Vinted, suele haber buenas oportunidades.
En la foto, Guillermo lleva un look “Peaky Blinders” con unas “demo chasse” de hace 25 años y nuestro Bonifacio de color gris.
Jornada en el campo… de golf con nuestro Ajaccio Camel, un polo y unos buenos zapatos de Botticelli
Tengo una preferencia por los modelos de color marrón, menos elegantes pero más estilosos. Los reflejos sobre el cuero me recuerdan los de las maderas preciosas.
Mis modelos favoritos son las “demi chasse” y las “Golf” de J.M Weston. Se pueden llevar con pantalones chinos, una buena camisa de cuello de botones y uno de nuestros jerséis de lana Merino, tanto el Ajaccio como el Bonifacio.
Look casual con americana de tweed y jersey Bonifacio marrón sobre camisa de cuello de botones. Para completar el look, unos mocasines clásicos 580 de J.M Weston
Look casual con americana de tweed y jersey Bonifacio marrón sobre camisa de cuello de botones. Para completar el look, unos mocasines clásicos 580 de J.M Weston
Si hacemos productos duraderos, es para volver a conocer este sentimiento de gusto por las materias y los objetos bien hechos, de los que no queremos separarnos nunca.